El cerebro o el intestino, cuál de los dos sería el responsable real de nuestras emociones?
Te ha pasado alguna vez que antes de un examen o de un acontecimiento estresante hayas tenido que ir corriendo al baño porque apareció una diarrea repentina? ¿O en alguna ocasión te ha sucedido que el estreñimiento te provoque malhumor?
Si es así, el artículo de hoy te va a parecer muy útil para aclarar por qué te pasa todo esto. Hoy vamos a hablar de la relación que existe entre el cerebro y el intestino, y también de en dónde se originan nuestras emociones y todos los cambios de comportamiento.
¿Existe un único culpable o se trataría de una relación de responsabilidad compartida entre el cerebro y el intestino?
Durante las últimas décadas ha habido un creciente interés en esta relación y en cómo puede afectar a nuestra salud y bienestar general. Los estudios han demostrado que el eje cerebro-intestino puede estar involucrado en una amplia variedad de patologías, incluyendo los trastornos gastrointestinales, trastornos del estado de ánimo, trastornos del sueño y las enfermedades neurodegenerativas, entre otros.
Por otro lado, si las disfunciones en este eje nos pueden explicar las enfermedades tanto a nivel del cerebro como del intestino. ¿Os imagináis que con un sólo tratamiento pudiéramos solucionarlo todo?
¡Y vamos a empezar respondiendo a las siguientes preguntas!:
¿Qué es el eje cerebro-intestino?
El eje cerebro-intestino es un término utilizado para describir la estrecha conexión entre el sistema nervioso central, es decir, nuestro cerebro y el sistema digestivo, nuestro intestino. Esta conexión permite una comunicación en dos direcciones entre el cerebro y el intestino, permitiendo que la información sensorial y emocional proveniente del sistema digestivo afecte a la función cerebral y viceversa. Es decir, el cerebro y el intestino se hablan constantemente, y este diálogo se realiza de forma bidireccional.
Nuestro aparato digestivo tiene un sistema nervioso propio, también conocido como el “segundo cerebro”. Éste está formado por dos integrantes: el sistema nervioso entérico y el sistema nervioso autónomo. Se trata de una red de conexiones nerviosas en el interior del intestino que puede funcionar de manera independiente del sistema nervioso central. Este sistema es el responsable de regular los movimientos del intestino (motilidad) así como de regular la secreción de los jugos gástricos en el tracto digestivo, es decir, es el encargado de que la función de la digestión se realice de forma correcta. En el intestino también se hayan presentes las células inmunitarias y endocrinas que también forman parte de esta homeostasis intestinal y van a contribuir a la comunicación entre el intestino y el cerebro, pero de todo ello hablaremos en los próximos artículos del blog.
¿Por qué es importante la comunicación entre el cerebro y el intestino?
El diálogo existente entre los dos órganos es importante para mantener un equilibrio en el cuerpo, esto facilita la digestión y la absorción de los nutrientes, y nos ayuda a lograr un buen estado de salud general a lo largo de nuestra vida. La investigación en este campo ha demostrado que la salud del intestino y la salud mental están estrechamente relacionadas. Ciertas condiciones como son el estrés y las emociones pueden tener un impacto negativo en la función digestiva y viceversa. Por ejemplo, el estrés puede causar problemas de digestión, como son el dolor abdominal o la diarrea. Mientras que por otro lado los problemas digestivos pueden afectar negativamente el estado de ánimo y a la salud mental, como es el caso del síndrome del intestino irritable y de la enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa), que podría favorecer la aparición de un síndrome depresivo o de ansiedad. Además, se ha demostrado que el uso de probióticos y prebióticos puede tener un impacto positivo en la salud mental y digestiva.
Microbiota intestinal, es la clave de la «relación intestino-cerebro«
La microbiota intestinal como hemos visto en un artículo previo del blog, es un ecosistema formado por bacterias, hongos, virus y otros microorganismos que habitan en el tracto digestivo. Se ha demostrado que la composición y la diversidad de la microbiota intestinal tienen un impacto en la salud general de nuestro organismo, incluyendo la salud del cerebro.
La relación entre la microbiota intestinal y el cerebro forma parte del eje denominado cerebro-intestino-microbiota. Esta conexión tal y como hemos visto, se establece a través de la comunicación en dos direcciones entre el sistema nervioso propio del aparato digestivo y el sistema nervioso central. Pero además también entraría en juego un tercer elemento localizado en el intestino con un papel clave: la microbiota intestinal. La microbiota se encarga de la producción de una serie de sustancias químicas que también pueden influir sobre el cerebro, como son los neurotransmisores, las hormonas y los ácidos grasos de cadena corta.
Y a la inversa, se ha demostrado que la composición de la microbiota intestinal puede afectar a la producción de neurotransmisores (sustancias químicas) por el cerebro que son los responsables de regular el estado de ánimo, la ansiedad y la depresión. La microbiota intestinal puede influir en la producción de la serotonina, que también juegan un papel importante en el estado de ánimo y la salud mental.
¿En qué modo los mediadores producidos por la microbiota afectan al cerebro?
Estas sustancias producidas por la microbiota van a llegar al cerebro y van a influir sobre su funcionamiento: tienen efectos sobre el comportamiento, las emociones, los sentimientos y las funciones cognitivas superiores.
La investigación también ha demostrado que la microbiota puede afectar a la respuesta del cuerpo al estrés, incluyendo la liberación de cortisol, que es la hormona del estrés. La alteración de la composición de la microbiota por factores como la dieta, los antibióticos y el estrés, puede aumentar el riesgo de trastornos de ansiedad y de depresión. Y también al revés, ante una situación de estrés el cerebro va a liberar una serie de sustancias que al llegar al intestino pueden provocar modificaciones en la microbiota y por ende, podrían afectar a la permeabilidad de la barrera intestinal. Esto nos conduciría a un estado de inflamación crónica que podría activar la aparición de una serie de patologías inflamatorias crónicas en donde la inmunidad también estaría involucrada. Otras patologías psiquiátricas en las que intervendría la microbiota intestinal son la esquizofrenia y el autismo, además del trastorno bipolar, la enfermedad de Parkinson y el Alzheimer. Otros comportamientos humanos como son la sociabilidad, la selección de pareja, las conductas sexuales también estarían influenciados por esta relación entre cerebro e intestino.
¿Qué puedo hacer para mejorar está relación microbiota-cerebro-intestino?
Para que exista una mente sana en un cuerpo sano (mens sana in corpore sano):
Es necesario el correcto funcionamiento de tres esferas: cuerpo, mente y alma.
Con el concepto de alma me refiero a tener un propósito en la vida, a la capacidad de sentirnos realizados. Estas tres piezas deben funcionar como un perfecto engranaje para alcanzar un bienestar de salud completo. Pero a la que se altera uno de estos tres integrantes pueden aparecer disfunciones en nuestro organismo, como son las enfermedades neuropsiquiátricas, las del aparato digestivo, o las de tipo autoinmunitario.
Los estudios realizados en este ámbito han demostrado que ciertos cambios en nuestro estilo de vida o de modificación de nuestro comportamiento podrían ser útiles para mejorar el funcionamiento de este eje, aquí van una serie de recomendaciones:
- Seguir una nutrición equilibrada: Ingerir alimentos antioxidantes y evitar los alimentos hipercalóricos.
- Realizar ejercicio físico moderado: el intenso sería poco favorable
- Practicar actividades como el yoga y el taichí
- Estimular la actividad mental: lectura, juegos de memoria
- Mantener relaciones sociales adecuadas: evitar el estrés
- Otras actividades beneficiosas: La música, la risa, tener pensamientos positivos, masaje corporal y la osteopatía
En conclusión, la relación entre el intestino (incluye la microbiota) y el cerebro es compleja, pero los dos tendrían una responsabilidad compartida en nuestro bienestar general y en el control de las emociones. Es importante comprender la importancia de la composición y la diversidad de la microbiota intestinal en la salud del cerebro y en la regulación del estado de ánimo y las emociones. En un futuro muy cercano deberemos tener en cuenta esta conexión al tratar problemas digestivos y de salud mental, y considerar tratamientos que aborden ambos aspectos, como los psicobióticos (probióticos que al ingerirse en cantidades adecuadas producen un beneficio en la salud mental) . La investigación continúa explorando esta área para entender mejor cómo la microbiota intestinal puede afectar el cerebro y cómo la manipulación de la microbiota puede ser una herramienta útil en el tratamiento de trastornos de ansiedad y depresión.